domingo, 1 de junio de 2014

Las oportunidades perdidas


 El otro día vi por fin la película de Lego, o La Lego Película cómo se llamó en España para que pudiesen aprovechar el poster americano. No quiero hacer una crítica sino más bien un comentario sobre un aspecto de la película que no me gustó y que creo, si hubiese sido de otro modo, habría convertido esta cinta en un clásico atemporal y la mejor peli infantil de los últimos 10 años (incluyendo las de Pixar).

Sobra decir que va a haber spoilers así que si no la habéis visto y sois de los que se van a sentir ofendidísimos si os enteráis de los giros argumentales de una película para niños... pues dejad de leer ya, y eso.

Vale, antes de hablar de lo que quiero hablar tengo que hacer un pequeño inciso para explicar una cosa. Uno de mis libros favoritos es Momo, de Michael Ende. Me parece acojonante como el autor mezcla unos temas altamente críticos sobre el mundo moderno en un cuento sobre una huérfana que sabe escuchar. La primera vez que lo leí yo no tendría más de diez años, evidentemente en aquella primera lectura no entendí todo el mensaje crítico, pero sin embargo, una vez empecé a crecer y a descubrir cómo funciona en realidad el mundo, comencé a encontrar paralelismos con la novela. Me di cuenta que los hombres grises existían y que aunque los bancos del tiempo no existían físicamente sí estaban ahí. También me di cuenta del repudio que hace la sociedad moderna a las humanidades y las cosas sin valor. Cómo se rechaza lo divertido e imaginativo si no tiene una finalidad objetiva. Según fui creciendo fui encontrándome cientos de paralelismos con aquella novela y para cuando decidí volver a leérmela me di cuenta del todo de lo absolutamente increíble que era.

Ya sé lo que estás pensando "¿A qué viene esto?", bueno... viene un poco a que la película de Lego tiene dos momentos en los que parece que va a jugar a ser Momo y luego decide tirarlo todo por la borda y echar mano de todos los tópicos posibles para contar una historia que ya hemos visto un millón de veces. Estos dos momentos de los que hablo son el inicio de la película y el final.

Al empezar la peli, y no me refiero al prólogo, me refiero a la primera escena en la que vemos a Emmet, descubrimos un montón de cosas de cómo funciona la vida del protagonista y la vida de la ciudad en general. Por un lado vemos que todos (aparentemente) en la ciudad de Lego viven de acuerdo al manual de instrucciones. Tienen un manual para saber cómo comportarse en cada momento y no hacen nada si no aparece en el manual. Todos van a trabajar prácticamente a la misma hora, comen la misma mierda, escuchan la misma canción y ven el mismo programa idiota de televisión. De hecho, cuando Emmet enciende la televisión descubrimos que el villano de la película (que nos han presentado en la escena anterior) es ahora el presidente del mundo, en su discurso sugiere que va a destruirlos a todos y antes de que Emmet (o cualquiera) pueda entender lo que acaba de decir, empieza un programa llamado "¿Dónde están mis pantalones?" y al protagonista la risa le hace olvidar lo que acaba de pasar.

En cosa de cinco minutos nos han presentado un mundo en el que los legos viven sin identidad, siempre trabajando sin hacer preguntas, como piezas en un gran engranaje, donde los políticos son los villanos y donde la tele trabaja como organismo público para idiotizar a las masas. Y todo a ritmo de "Everything is Awesome".

Esa presentación es ORO. Suficientemente imaginativa como para que los niños se diviertan, suficientemente sutil para no caer en la moralina barata, pero lo suficientemente directa como para que el adulto se entere y al niño se le quede en el subconsciente. Esa presentación básicamente es Momo hasta el culo de farlopa, y por un momento, un mágico instante, parece que estás ante un clásico atemporal, una cinta con crítica al mundo moderno en el que todo son cadenas, todo está homogeneizado, todo el mundo escucha las mismas cosas, ve los mismos programas, escucha los mismos éxitos. En donde la individualidad y la imaginación se han perdido en pos del encajar en el grupo y el orden. Es brutal.

Y entonces empieza la película. Y empiezan las referencias a la cultura pop (te odio, Shrek), los chistes de Batman y la historia del elegido que hemos visto cien mil millones de veces ya. E incluso aunque el mensaje esté un poco ahí (al final los héroes de la película son los antisistema, los librepensadores, los que se niegan a someterse al yugo del sistema porque valoran su individualidad y su libertad) es prácticamente inexistente. Una vez arranca la historia, la película se convierte en un anuncio caro. Y se mantiene así hasta el último acto.

En el clímax de la película Emmet, el protagonista, decide sacrificarse para salvarles a todos. En un giro inesperado, pero bastante coherente dentro de la historia (te lo llevan insinuando casi desde la primera escena), en lugar de morir el personaje pasa al otro lado. De pronto descubrimos que todo lo que acabamos de ver estaba en la imaginación de un niño. Un niño de verdad quiero decir, un niño que está jugando con unas maquetas enormes de Lego que tiene en el sótano de su casa. El padre del niño llega entonces a casa y ya te dejan claro que toda la historia que acabamos de ver no es más que un paralelismo de la vida del niño. El villano de la historia (Lord Business) es un reflejo de su padre. La obsesión por el orden y seguir las instrucciones es un paralelismo con la obsesión de su padre por que su hijo no juegue con sus Lego perfectamente construidos tal y como dictan las instrucciones. Hasta el mcguffin del pegamento y el tapón surgen del mundo real, ya que el padre lleva tiempo queriendo fijar con cola sus maquetas para mantener ese orden y ese control. Por su parte, el niño lo que quiere es jugar, quiere construir cosas que no se hayan construido antes y contar historias que no se hayan construido.

De pronto en esa película que parecía haber perdido el norte del todo hay un rayo de esperanza. Toda esa metáfora sobre la sociedad moderna se amplía hasta límites insospechados, está poniendo su mensaje crítico en un contexto que un niño puede entender. Ya la película no está siendo sutil, está gritando a los niños (presentando al niño como el héroe y al padre como el villano) que a veces tienen que desafiar la autoridad por hacer lo correcto. Les está enseñando que las cosas sin sentido práctico son válidas, que la imaginación y la creatividad son más importantes que el frío orden absoluto. Está invitando a los niños a que creen, jueguen y en última instancia, piensen, por sí mismos. La película deja de ser Matrix y decide volver a ser Momo otra vez.

Y entonces Emmet se mueve sólo en el mundo real.

No puedo explicaros a cuantísimos niveles me parece que eso, que Emmet se mueva en el mundo real, es el mayor error cinematográfico que he visto en años. No tiene sentido, no aporta absolutamente nada bueno (los niños que fuesen a ver la película podrían haber entendido perfectamente la historia si todo hubiese surgido de la voluntad del crío protagonista de defender ante su padre aquello en lo que cree) y básicamente deja claro que es una película mágica y que lo que hemos visto antes, todo el viaje de Emmet, ha pasado realmente en algún tipo de dimensión paralela. Ya no es Momo, ahora es otro anuncio. La parte real ha dejado de ser un modo de potenciar el mensaje para convertirse en un modo de potenciar la compra de juguetes. La peli ya no está diciendo a los niños que defiendan aquello que crean si no "¡Ey, mirad, todas esas cosas superchulas que habéis visto las podéis montar si os compráis los legos!".

Con un simple gesto la cinta decide no ser grande y mandarlo todo a la mierda.

No me malinterpretéis, no me ha parecido una mala película. Es entretenida y tiene algunos chistes buenos. Pero se esfuerza más en vender juguetes que en contar una historia. Y es una pena, la verdad.