lunes, 9 de septiembre de 2013

CÓMICS: La aventura está en la esquina (1993)


Superlopez fue posiblemente el primer personaje de cómic que me gustó y del que intenté mantener una cierta colección, ya fuese a través de los tomos de Super Humor o en aquellas ediciones individuales. Nunca terminé de pillarle el punto a Mortadelo y otras alternativas menos conocidas (cómo Sporty y Pafman) aunque me gustaban no podían ser coleccionadas ya que sus historias se limitaban a breves historietas en la revista Mortadelo (que curiosamente solo encontraba cuando iba de vacaciones -supongo que porque eran las únicas papelerías que aún las conservaban). El personaje de JAN resultaba relativamente más complejo que el de Ibañez, no solo porque sus historias tenían más acción si no también porque sus villanos eran más complejos (y más recurrentes, cómo Al Trapone o el Doctor Escariano Avieso) y la trama no se sucedía en una serie de gags tan definidos cómo las de los agentes de la TIA. Las tramas de Superlopez, aunque divididas en capítulos, avanzaban y pasaban cosas, y supongo que todo eso hacía que, en general, me gustase más.

Tanto Mortadelo cómo Superlopez siempre tuvieron además (aunque de pequeño no me percatase de ello) un componente de crítica social muy importante. Ibañez tenía (y sigue teniendo) mucha mala leche a la hora de retratar cosas que no le gustaban, no eran referencias especialmente sutiles, pero sí procuraba que, más que una lección, fuesen un chiste. Parodiaba y exageraba esos aspectos sociales que no le gustaban para convertirlos en una broma. JAN por su parte era aún menos sutil y llegó un punto en las historietas de su personaje en donde ese mensaje social se adueñó de las mismas lo que provocó cierta perdida del humor que tenían antaño (no del todo, seguía existiendo ese componente de aventura y tanto héroe cómo villanos seguían siendo igual de paródicos) pero aflojó la comedia para convertirse más en un panfleto, sobre todo JAN mostró una extraña obsesión por aleccionar a los niños acerca de las drogas. Prueba de ello son las páginas que aparecían en el interior de la portada y la contraportada en la que Superlopez aconsejaba a un grupo de chavales que si alguien les ofrecía chocolate le dijesen naranjas, y a otra cosa.

Y yo con seis años pensaba "¿Pero cómo? ¿Que el chocolate es droga? ¿Superlopez quiere que coma fruta?"
Una de las historietas que más se centraba en ese aspecto y que más me resultaba confusa cuando era solo un chaval era la de La aventura está en la esquina

En contra del cómic de Superlopez habitual (que generalmente a pesar de estar dividido en capítulos tenía un hilo argumental claro) este era un compendio de historias cortas en las que JAN se dedicaba a criticar, de manera no demasiado sutil, los peligros capitalistas que existen en la gran ciudad. Desde un ataque de paquetes de detergente gigantes (que tiene similitudes -aunque saliese antes- con el capítulo de los anuncios monstruosos de Los Simpson) hasta una correspondencia publicitaria asesina, pasando por la obsesión por las marcas, los centros comerciales, los coches e incluso los videojuegos. Todo lo que no le gustaba a JAN (o interpreto que no le gustaba) queda reflejado de una forma bastante pesimista y crítica en este cómic. La última historia en particular, En la esquina, un camello..., era la que el autor dedicó a hablar de las drogas, y era, bajo mi punto de vista, la que más confusa resultaba.


En ella Superlopez se encuentra con un chaval que va drogadisimo y mantienen una conversación (o algo). Superlopez le acompaña en su viaje psicotrópico mientras el chico se imagina a si mismo cómo un gran héroe que lucha contra monstruos y salva a la dama en apuros, al final, cuando se le pasan los efectos de la droga, se ve que aquello no era más que fruto de su imaginación y desesperado y con mono va a buscar al camello. Superlopez entonces arresta al camello y el chaval, dándose cuenta que el camino de la droga no lleva a nada bueno, decide renunciar a su adicción (no sin dificultad, en la última viñeta el chico sigue mirando a las papelinas que hay en el suelo con cierta tristeza). El mensaje es relativamente obvio, las drogas son malas, el problema es que cuando yo leía Superlopez no entendía nada de aquello. No sabía lo que eran las drogas, más allá de que eran algo malo que en todas partes se aseguraban de decirte que no tomaras, ni sus efectos, así que el transito de "vivimos en este mundo de fantasía y de pronto ya no" no era algo que entendiese. Todo resultaba confuso y al final no tenía la sensación de haber aprendido nada, si no que lo que pensaba era "¿Que cojones acabo de leer?", y es que a nivel visual esta historia corta pasaba de ser lo mejor de todo el cómic a un momento dramático y loco en una página, y aquello me confundía mucho de pequeño.

Esa mirada del yonki a la droga, cómo diciendo "en cuanto te pires voy a volver a ver si sigue"
Últimamente he estado pensando en ese cómic. He estado pensando en si aquellas lecciones de JAN (o de otros autores que también intentaban educar a los niños) han funcionado, también he pensado si lo contrario (aquellos comportamientos que hoy no serían tolerados en un producto para chavales por ser políticamente incorrectos) son un problema y si cuando eres niño eres capaz de darte cuenta de todas las cosas que están pasando. Yo de aquella historia entendía que al final ocurría algo malo. Entendía que el camello era el villano y entendía que el chaval estaba mal por algún motivo. No entendí lo de las drogas, ni entendí porque era importante que el chico no hiciese caso al villano y consumiese las drogas, más allá de "porque es el malo y no hay que hacer caso a los malos". Lo mismo que tampoco entendía a que se referían en la parte de atrás de las portadas y contraportadas con lo del chocolate y las naranjas.

En cualquier caso La aventura está en la esquina, probablemente se trate del cómic que más dualidad me genera de todos los de Superlopez, y es que mientras que otros abiertamente aleccionadores me parecen un coñazo infernal (cómo Un camello subió a un tranvía en Grenoble) este, supongo que por su condición de ser ocho historias breves y no una larga y el hecho de que algunas funcionen mejor que otras, anda entre la chapa aburrida y la aventura divertida.

Desde luego es uno de los mejores ejemplos de que Superlopez, frente a otros cómo Mortadelo, tenía más de drama que de comedia muchas veces, lo que a la larga supongo que era algo positivo.

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