jueves, 24 de julio de 2014

CINE: Boyhood (2014)


Hay una escena al principio de la última película de Richard Linklater que me parece muy básica para explicar el tono general de la cinta. Esto es un ligerísimo SPOILER que en realidad no tiene ninguna importancia, pero supongo que al más purista a lo mejor le fastidia así que imagino que podéis saltaros este primer párrafo. El caso es que a los cinco o diez minutos de película el protagonista se muda a otra ciudad con su madre. Por circunstancias que no vienen al caso no consigue despedirse de su mejor (y aparentemente único) amigo, sin embargo mientras el coche de Mason se aleja por la carretera, vemos a su amigo pedalear hasta el cruce a toda velocidad para poder despedirle con la mano.

En cualquier otra película este momento sería un punto de inflexión. Puede que incluso el climax. La pérdida de la inocencia, la primera gran perdida, una cicatriz de por vida y todas esas gilipolleces de cine. Pero en Boyhood es sólo una escena más. Porque Boyhood no es una historia, es una vida, y la vida de Mason, cómo la tuya o la mía, no tiene un argumento. No hay un objetivo final ni una misión por cumplir. No existe un planteamiento, un nudo y un desenlace en tu vida. Es una sucesión de anécdotas aparentemente intrascendentes qué, miradas en conjunto, conforman tu historia. Y Boyhood es básicamente eso.

El director de la trilogía Antes de... empezó a rodar esta película en 2002. Su idea era la de reunir a los mismos actores dos semanas al año para dirigir pequeñas escenas que, en última instancia, conformasen una película sobre la vida, y viendo el resultado final... joder, el tipo lo ha vuelto a hacer. Si aquella trilogía fue el retrato más honesto del amor y las relaciones de pareja jamás rodado (opinión de un servidor) esta probablemente sea lo propio con la vida así en general. Y es que más allá de contar la vida de un chico, y ser un relato sobre el paso a la madurez y todo ese montón de mierda, la peli habla de VIDA así en mayúsculas. Y es tan intrascendente, larga y sin objetivo como las vidas de los demás, pero es cuando termina y piensas en ella que te das cuenta de todo el camino recorrido y cómo todas aquellas anécdotas sin importancia al final parece que sí que la tenían.

A Mason en su viaje lo acompañan un soberbio Ethan Hawke que cada vez que aparece en pantalla se la come y una estupenda Patricia Arquette, así como otro montón de perfectos desconocidos, bien todos (en mayor o menor medida) en sus pequeños papeles. En cuanto al protagonista, Ellar Coltrane sorprende lo bien que lo hace para ser un chico sin aparente entrenamiento en esto de actuar, lo que hace la película más curiosa una vez te pones a pensar en lo fácil que hubiese sido que con un niño de cinco años (o siete o con los que sea que empezase la película) al llegar a la adolescencia te saliese rara.

Sin embargo, más que los actores, lo que de verdad hace la película enorme son los diálogos. Cómo ya pasase en la mentada trilogía, Linklater consigue un tono absolutamente realista y natural, nada forzado, lo que ayuda al espectador a empatizar a un nivel muy extremo con lo que está pasando en pantalla. Y es que al final, si estás vivo, si llevas más de dos décadas en la tierra y eso, y sobre todo, si eres hombre... te vas a sentir identificado en uno u otro momento con esta película. Todos hemos pasado por lo que pasa Mason en su viaje. Todos hemos tenido padres, amigos, primeras cervezas a escondidas, primeros cigarros, primeros besos, primeras noches fuera de casa, primeros amores, primeros desamores... Lo vivimos, lo sobrevivimos y aquí estamos. Es imposible no empatizar con una historia que, en el fondo, es un poco la de todos (a no ser que nazcas en un país de esos en donde terminas trabajando en una fábrica con cinco años quiero decir).

En general creo que Boyhood no es sólo que sea la mejor película del año, si no que probablemente sea una de las 20 mejores películas que he visto en mi vida. Y no hablo de opiniones o gustos personales, no hablo de películas que pueda ver una y mil veces, sobre todo porque dudo que vaya a volver a ver esta película otra vez en un futuro cercano, entre otras cosas porque no tiene historia (literalmente, no la tiene) y dura casi tres horas, si no que hablo de calidad cinematográfica a todos los niveles. Cómo está contada la no-historia, cómo están interpretados los personajes y cómo están escritos los diálogos... es otro rollo. Un experimento que podría haber salido rana y ha terminado siendo la gran obra que su director había prometido. Un MUST SEE en toda regla.

En serio, lo mejor de este año.

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