martes, 21 de marzo de 2017

El noveno arte.



Otro de los cómics que compré en Navidad, que tenía pendiente desde hacía años, fue Píldoras Azules. No sé por qué quería comprar ese cómic, porque la verdad, nadie me lo había recomendado jamás, pero la sinopsis y la portada me parecían interesantes, y el hecho de ser una historia autobiográfica y eso llamaban mi atención supongo. El caso es que lo compré.

Y Píldoras Azules es el motivo por el que amo los cómics.

Para los que no conozcáis la obra de Frederik Peeters, narra la relación entre el autor y Cati, una chica seropositiva con un hijo con la misma enfermedad. Y a pesar de lo pesada que suene la premisa, jamás cae en el melodramatismo barato o en la tragedia. Es una historia muy humana sobre gente que empieza una relación en una situación que no es la ideal. A través de los ojos del autor descubrimos como es, en realidad, la vida de una seropositiva, y según él va conviviendo con esta nueva realidad, el lector va aprendiendo lo mismo que a Frederik le tocó aprender. Qué significa en realidad el SIDA y como afecta a la vida de quienes lo padecen.

Peeters, que es un narrador excepcional, cuenta la historia de un modo que solo el medio en el que está contada permite. Explota el recurso de la imagen, jugando en algunos momentos con la fantasía, de un modo que el cine no le permitiría contar, y expresa, a través de sus expresivos personajes, emociones de un modo que la narración de una novela no conseguiría. 

Es una imperdible genialidad, una pequeña gran historia real, tremendamente humana y cercana.

No puedo escribir mucho más acerca de ella porque tampoco sé que más decir. Y no se me ocurren muchos más sinónimos para "genialidad". En definitiva, Píldoras Azules es uno de esos cómics que hacen que podamos llamar a este medio el noveno arte.

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