martes, 2 de diciembre de 2014

CINE: Human Traffic (1999)


Jip está preocupado porque no puede follar por miedo, a Koop le cuesta sobreponerse a sus paranoides celos y es incapaz de ver a su novia y no pensar que se está follando a otros, Nina está agobiada porque su vida ha alcanzado un punto muerto antes siquiera de empezar, Lulu no sabe si tiene que buscar a un tío o pelear por ser una mujer moderna e independiente, y el pasotismo crónico de Moff no es más que una fachada para ocultar que tiene un pánico absoluto a enfrentarse a la vida de verdad. Juntos estos cinco amigos (y el hermano de Nina) pasarán una noche de clubs, drogas y fiestas en la Cardiff de finales de los noventa. Miembros de la llamada Generación Extasis, los Ravers o la Generación Club. Hedonistas por naturaleza que viven por y para el fin de semana.

Esa es un poco la premisa de Human Traffic una pequeña película independiente inglesa que pude ver el otro día, que viene a ser un poco a las pastillas lo que Trainspotting es a la heroína. Como aquella, Human Traffic abraza las drogas, pero sin presentar casi ninguna de las partes malas de las mismas. Si acaso el bajón del éxtasis del final de la noche, el que revela la hipocresía generada por la droga. O la paranoia provocada por cerebros destrozados por sustancias estupefacientes. Pero más allá de ello esta es una película en la que sus protagonistas son unos yonkis casi orgullosos de serlo. No hay nada de malo en ponerse hasta el culo el fin de semana, mientras todos ellos puedan seguir siendo seres humanos relativamente funcionales el resto de días. El éxtasis no es heroína y ellos solo dependen de las pastillas para momentos de fiesta. Y, la verdad, no tengo ningún problema con ello. He conocido gente así, gente completamente funcional que de vez en cuando se pone hasta el culo, y no hay ningún problema con ponerse hasta el culo de vez en cuando. La droga de por sí no es mala. Si fuese mala no la tomaría nadie. No, es divertida y te hace sentir de la hostia. No hay nada de malo en querer sentirse de la hostia de vez en cuando.

-Y por más que suene exagerado, ser un pastillero o tomar speed el fin de semana no es peor (no mucho, al menos) que ser un alcohólico de fin de semana. La diferencia es la legalidad del producto consumido-

En cuanto a la película en sí, no hay tampoco tanto que decir. Para ser el primer trabajo (previo a esto tiene una T.V movie y un capítulo de una serie -y posterior solo otro trabajo) de Justin Kerrigan y dedicarse al guion y a la dirección al mismo tiempo... no está tan mal. Hay muy buenas ideas, y cuando la película quiere ser crítica lo es y mucho. Siempre desde un punto de vista de adolescente enfadado con el mundo, claro, no es sutil ni inteligente, pero eso no hace que su crítica funcione menos cuando se lo propone. Momentos como el baile del robot en el McDonalds, los reportajes televisivos, los subtítulos de la comida del domingo, la conversación sincera o, mi favorito, la política de los petas son geniales, funcionan y son, sobre todo, honestos. Cualquier persona que fume o haya fumado porros sabe que lo de la política del peta es real como la vida misma, igual que cualquier persona que se haya movido por según que ambientes sabe que la paranoia que representa la película es también es bastante veraz. En ese sentido la cinte se concede pocas concesiones. No intenta ocultar las cosas supuestamente malas si no que las alardea orgullosa. Pero claro, no las alardea tanto como debería.

Hay muchas partes en esta película que, o bien son un coñazo, o bien les sobran minutos. La parte en el club es demasiado larga y hay demasiados planos demasiado extensos de simplemente gente de fiesta. Puedo entender que, como el resto del modo en el que está rodada la película, esos planos están escogidos adrede y que todo pretende contribuir a esa especie de sensación de burbuja que destila toda la cinta como el abusivo uso de primeros planos -cuando no son planos mega cercanos acentuados por un ojo de pez- que ayuda a darle una sensación, tanto de cercanía (de que el espectador es parte del grupo) como de pseudo-mockumentary (subrayando cien veces lo de pseudo), o el sonido, que está mezclado de un modo en el que la música siempre está un grado por encima de la voz, lo que ayuda a inducir al espectador en esa sensación de agobio y sordera que se tiene en las discotecas. Aunque igual solo está mal contado y mal grabado el sonido y le estoy buscando yo tres pies al gato.

Tampoco está bien que la mitad de los personajes no terminen de ser definidos en ningún momento. Se sueltan pequeñas cosas aquí y allí para definirlos, pero jamás se profundiza demasiado en ellos. Cosas como el asunto de la madre de Jip o los problemas del padre de Koop aparecen y desaparecen de la película sin ninguna importancia. Jamás se termina de explicar bien el motivo de que el hermano de Nina los acompañe, lo que me lleva a pensar que solo está ahí para justificar dos coñas, y cuando al final intentan dar un mensaje al asunto, hablando de como no son unos yonkis si no que son unos fiesteros, desencadenado por el personaje más auto-destructivo del grupo, queda apresurado y no tiene demasiado sentido. No es que me parezca un mal mensaje (en el fondo la idea de "dejaremos de hacerlo cuando nos aburramos de ello" no tiene porque ser falsa o un mal mensaje) pero está ejecutada de forma demasiado abrupta.

Y ese creo que es el problema principal del que peca la película, que no termina de funcionar como retrato de una subcultura, pues prefiere quedarse en la superficie, ni como historia, porque, en el fondo, no tiene ninguna. Jip y sus amigos salen un día de fiesta... y ya. El protagonista tiene un arco, por llamarlo de alguna manera, pero es un arco tan intrascendente que llamarlo argumento no tiene ningún sentido. Ni siquiera todo el subtexto de la paranoia de la generación del éxtasis y sus viajes psicotrópicos termina de funcionar porque la película, salvo en momentos puntuales, tampoco quiere ser eso del todo. Así que al final tenemos un pastiche de crítica social, retrato generacional, drogas y música electrónica que no parece saber muy bien que es. Con esto no quiero decir que me haya parecido una película terrible, tiene muy buenas ideas, la banda sonora es buena, y los pocos momentos en los que, en su superficialidad, decide ser honesta es buenísima, pero los peros pesan mucho. Creo que es una película que funciona mejor como piloto de serie (porque duraría casi la mitad y posteriores episodios podrían profundizar en los personajes que presenta) que como película individual.

Eso sí, si como a mi la electrónica de finales de los noventa os mola, y el hedonismo idiota de los ravers de aquella época también os interesa es probable que os guste.

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