viernes, 7 de noviembre de 2014

Dragones, Zorros y Tiburones.

Para mi, Dragon Ball "saltó el tiburón"* en el momento en el que Trunks del futuro se reveló como Super Saiyan. A partir de ahí, empezó el principio del fin.

No es que la saga de Célula me parezca mala, creo que tiene muchas cosas buenas. El villano es bueno, la trama temporal es interesante y estableció cosas como la sala del tiempo y el espacio que molan bastante (además de tener muchos de los momentos más épicos de la saga). Pero es floja e innecesaria, y re-enfocó la serie a otros derroteros más centrados en la batalla que en la historia o la aventura.

Una vez Goku venció a Freezer no había ningún sentido para continuar la serie. Goku no solo se había convertido en el legendario súper saiyan (teóricamente la versión de "el elegido" -esa que tienen todos los shonen- de Dragon Ball), si no que ya era el ser más poderoso del universo. Las pocas preguntas que se habían formulado a lo largo de la serie, cómo ¿Por qué Goku tiene cola y se transforma en mono? o ¿De donde vienen las bolas de dragón? ya estaban resueltas. Realmente, pensándolo en perspectiva, no había absolutamente ningún motivo para que, después de eso, la serie continuase.

Pero continuó. Y en el capítulo 331 del Manga (casi 200 episodios antes de su final) decidió presentar a Trunks, un misterioso guerrero que también podía convertirse en súper saiyan y que derrotó a un reconstruido Freezer con pasmosa facilidad. El problema era que el hecho de que hubiese un segundo súper guerrero (odio esa expresión pero es que no quiero estar escribiendo la misma palabra todo el rato) tiraba por tierra todo lo construido anteriormente. Toda aquella mierda del guerrero que aparecía cada mil años y tal... a tomar por saco, al final lo único necesario para convertirse en súper saiyan era entrenamiento y un corazón puro o algo así.

Lo que vino después todos lo sabéis, en Célula ya teníamos cuatro súper guerreros y dos niveles de transformación y para cuando Bu murió había cinco y tres niveles diferentes. A la serie ya no le importaban las técnicas ni el combate inteligente y sus batallas se habían convertido en competiciones por ver a quien le crecía la polla más. Y insisto, no es que la saga de Celula me parezca mala (la de Bu sí, la de Bu es una basura), si no que me parece innecesaria y sobre todo demasiado rupturista. Toriyama tenía una historia redonda, un circulo perfecto y le sacó un pico porque quiso (o porque se vio forzado a ello) y ya no quedaba tan bonito.

Sin embargo, que a mi me sobren casi 200 episodios del manga no significa que la serie me parezca menos importante, o menos buena. Prefiero acordarme de todo lo anterior antes de quedarme con el regusto de la saga de Celula o de Bu, de la misma manera que prefiero olvidar que Dragon Ball GT existió y no considerarlo canon. Me quedo con las primeras etapas y sobre todo con el arco de Piccolo y Freezer. Y lo de más... pues sí, es más mediocre, pero no voy a desmerecer a Toriyama por ello. Mantener un nivel altísimo más de 500 números es muy jodido y sería injusto infravalorarle por no poder hacerlo.

¿A qué viene todo esto? os estaréis preguntando. Bueno, esta semana se ha terminado Naruto, el manga que Masashi Kishimoto lleva(ba) publicando 15 años en la Shonen Jump. Se ha terminado en el episodio 700 aunque para muchos la serie llevaba muerta mucho más tiempo. No se si hay una ubicación exacta para el "salto al tiburón" de este manga de todos modos. Cada cual tendrá el suyo, supongo. Es probable que muchos, tras la muerte de Pain y la resurrección de Konoha piensen que la serie se fue al carajo, o puede que cuando se desveló que Tobi no era Madara realmente. O cuando empezó el eterno arco de la guerra, un arco final largo, aburrido y horrible que terminó de hundir la serie.

Para mi sin embargo, la serie saltó al tiburón en el episodio 627, "La respuesta de Sasuke". No descartaría que, en un par de años, cuando me la vuelva a leer entera y vea las cosas con un poco más de perspectiva, retrase el salto hasta cuando se desveló que Tobi no era Madara, porque al fin y al cabo, uno de los principales problemas con el final de Naruto viene de su falta de un villano decente en el último arco y eso se vio provocado por la decisión de Kishimoto de intentar engañar a los fans (que ya habían adivinado quien era Tobi) haciéndoles creer que Tobi era Madara cuando en realidad era Obito, pero de momento, a día de hoy, como persona que ha seguido la serie durante siete años de su vida, debo decir que el momento en el que me rendí, el momento en el que supe que a partir de entonces ya no había salvación ni vuelta a atrás y que la serie se había convertido en un coche sin frenos en una pendiente que termina en un acantilado, fue en ese capítulo.

En ese capítulo Sasuke, al que Kishimoto se había esforzado los dos o tres años anteriores en llevar a un punto de no retorno, convirtiéndole en un psicópata chiflado obsesionado con vengar la muerte de su hermano, decide, tras hablar con los cuatro Hokages muertos, ayudar en la guerra a proteger Konoha y todo por lo que había luchado Itachi. Para terminar de joderlo todo, el capítulo cierra con los cuatro Hokages, Sasuke y su hermandad de ninjas diabólicos (que de nuevo incluyen a la tía de las gafas que perdona a Sasuke que intentase matarla porque está bueno) y un resucitado (y mágicamente cambiado al bando de los buenos) Orochimaru, a punto de embarcarse hacia la gran batalla final. Los 77 episodios siguientes han sido la agónica muerte de una serie antaño grandiosa, que en lo único en lo que podía apoyarse ya para no perder a los escasos cuatro fans que le quedaban era en el fan service más gratuito.

Naruto ha terminado en un punto bajísimo. Algo que no importaría tanto si no fuese porque durante años fue, de lejos, LO PUTO MÁS. Y como suele decirse, cuanto más alto estés más dura será la caída. Por eso el regusto que deja este final a medio gas, que busca ser complaciente y para fans resulta tan amargo y deja un sabor de boca tan terrible. Porque cuando algo ha sido tan perfecto jode verlo tan en la mierda.

Sin embargo, y este es el motivo por el que he contado antes lo de Dragon Ball, ahora que toca analizar la serie en su conjunto merece la pena preguntarse si debe ser juzgada por su terrible final, o si, por el contrario, debería primar los muchísimos años en los que la serie del ninja rubio fue top. ¿Debe primar, en un análisis objetivo de la serie, todas las cosas buenas que tuvo Naruto o debemos olvidarlo todo porque su arco final fue tan agónico, sin sentido y terrible? O lo que es lo mismo, ¿Debo juzgar Dragon Ball por la mediocre e innecesaria saga de Célula y por la espantosa saga de Bu o porque todo lo anterior fue, simple y llanamente, absolutamente perfecto?

No parece muy justo ¿no? Valorar 15 años de trabajo de alguien por dos o tres malos, obviando que los 12 anteriores fueron buenísimos. O a lo mejor es que en el fondo yo soy muy fan de los personajes y el mundo que creo Kishimoto para valorar objetivamente la serie y reconocer que el final es casi lo más definitorio de cualquier producto de ficción, y que por tanto, un final tan sumamente terrible debería condenar la serie al ostracismo, del mismo modo que Perdidos es tratada de apestada ahora a pesar de lo imprescindible e importantísima que fue en su día.

No sé. Puede.

Puede que sea la nostalgia la que habla ahora mismo, o mi fanatismo, pero prefiero recordar a Kishimoto como el tipo que me regaló muchos de los mejores personajes del manga reciente, una de las mitologías más chulas con las que me he encontrado, y un protagonista sencillamente sensacional, a por un último arco dolorosamente agónico y el sabor a mierda que todavía tengo en la garganta. Prefiero recordar porque me gustaba tanto esta serie en su momento, y por qué tengo tantísimo cariño a los ninjas de la hoja, a pensar en por qué debería odiarles.

En el fondo creo que prefiero acordarme de Naruto como la serie que me llevó de nuevo al manga y al anime, a pesar de su final.




*El "Salto del tiburón" generalmente se usa para resaltar el punto álgido de una serie, pero originariamente (o eso tengo entendido) tenía un significado de "punto de no retorno" o "inicio del declive". Aunque puede que esté equivocado y lo haya entendido yo todo mal.

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