miércoles, 18 de marzo de 2015

CINE: Negociador (2014)



La última película de Borja Cobeaga, de cara al público y a pesar de su distribución minoritaria, se enfrenta a dos problemas fundamentales que ni siquiera es culpa del director Donostiarra, y es que la cinta se está vendiendo, primero como comedia y después como una comedia sobre las negociaciones que mantuvo el Partido Socialista con la banda terrorista ETA durante el llamado Proceso de paz. Personalmente creo que no es ni una cosa ni la otra, o, más bien (porque sí, de acuerdo, yo también la llamaría comedia, y la verdad, sí habla de dichas negociaciones) esos no son los aspectos más destacados de la película, y me parecen aspectos que pueden tirar para atrás al público.

Para empezar, aquellos que vayan esperando la nueva comedia del guionista de Ocho Apellidos Vascos, y busquen encontrarse con algo en la línea de sus anteriores trabajos, Pagafantas y No Controles, van a salir decepcionados. Negociador es una comedia triste. No es una comedia de carcajada y gag. En esta cinta no se busca el chiste o el humor fácil, la gracia surge de presentar situaciones sumamente ridículas que les ocurren a personajes relativamente tristes. Tiene más de los cortos de Cobeaga La primera vez y sobre todo Eramos Pocos que de sus dos películas anteriores. Manu Aranguren (genialmente interpretado por el relativamente infravalorado Ramón Barea), el protagonista de la película, no es ningún héroe. Es un tipo solitario y sencillo, que se pelea con la tecnología más básica, que no sabe idiomas, que va desaliñado y no se sabe hacer el nudo de la corbata. Y sus motivaciones no son (obviamente sí pero no son las principales) acabar con la violencia si no con el conflicto. Acabar con eso que nos lleva dividiendo a los que vivimos en el País Vasco (perdón, Euskadi, no vayamos ahora a tenerla por la terminología) desde hace 40 años. Es un buen tipo lleno de buenas intenciones, quizás no el más indicado para el trabajo para muchos, pero sin duda el tipo que se necesita ahí.

Durante la primera parte, que dura hasta la segunda negociación, Cobeaga prácticamente evita entrar en temas políticos. Obviamente estos están ahí, no se puede evitar por completo la política cuando es de lo que se está hablando, pero lejos de centrarse en lo que se dice en la negociación se centra en el conflicto personal entre los dos representantes de ambos bandos. No se nos presenta a los otros como unos monstruos sin corazón, nuestro primer contacto con ellos, y el contacto que tenemos durante más de media película, es la de un tipo, que, en otras circunstancias, sin bandos ni odios ni muerte ni nada, sería un tipo con el que igual hasta nos apetecía tomar una cerveza. Y eso es bueno. Buscar al humano dentro del etarra me parece valiente y lo entendí como una parte del mensaje principal que inunda toda la cinta, un mensaje conciliador y positivo que, como digo, se centra en el aspecto más fratricida del problema.

Toda la primera parte es puro Cobeaga, sobre todo la secuencia que ocurre en Domingo. Si estáis familiarizados con el cine del Donostiarra esos dos momentos, el de los tres en el coche y el de los tres derrotados en el bar del Hotel, sabréis que son puro cine de este director. Es su seña de identidad, situaciones absurdas para personajes atípicos y relativamente tristes. No se regodea (tampoco es que esa secuencia invite a ello, no tanto como otras que hay en la película al menos -como la de salir a correr o la escena con la prostituta) en el patetismo de sus personajes, si no que se centra en presentarlos lo más humanamente posibles. En el fondo, mirado desde fuera, hasta el tema más serio es una cosa ridícula, porque el humano es, en el fondo, un ser ridículo. Esto es una cosa que, desde mi personal punto de vista, ha llenado siempre en mayor o menor medida el cine del director vasco. El humanismo más puro y más triste, sin ensañarse, como otras comedias tipo Los padres de ella, en ese cierto patetismo absurdo y tan humano. Quizás por su temática la que más se regodeaba en ello era Pagafantas, pero incluso en esta (o al menos así la vi yo) la película no buscaba que te rieses del personaje de Gorka Otxoa, si no que empatizases con él. Era un ridículo circunstancial, un ridículo que a muchos, en una situación parecida, nos ocurriría exactamente igual. Y en esta Negociador pasa parecido. El personaje de Barea es un pez fuera del agua, pero la película no quiere que te rías con él, si no que empatices. Uno de los mejores momentos, o al menos que más me gustaron, es el plano de los tres derrotados en el bar, porque es el momento en el que vemos que más allá del rol que representan en la negociación, simplemente son tres tíos normales, tres humanos corrientes, en una situación rara.

Y entonces empieza la segunda parte, que es la parte verdaderamente política de la película, en donde esta acelera de verdad y en donde se reservan, si no los momentos más divertidos en un sentido cómico, aunque fue en una de estas escenas el único momento en el que se escucharon un par de carcajadas en el cine en el que estaba (no diré en que momento pero si veis la película os lo podréis imaginar), si no divertidas por su intensidad. A partir de la segunda parte, que abarca el último tercio de la cinta, la cosa se pone tensa y nos metemos de lleno en esa realidad que el director ha evitado tocar los otros dos tercios. Porque por más que quiera centrarse en la parte más personal y humana, al final el conflicto vasco eran más cosas, eran unos tipos que andaban por ahí matando a gente. Cobeaga sabe esto, sabe que lo ha estado evitando, y decide meterte todo en los minutos que le quedan. Ambas partes, sin embargo, casan bien, o al menos a mi me dio esa sensación. Para lo poco que tienen que ver entre sí, en temas de ritmo y tono (pausado y esperanzador a acelerado y puramente dramático), no sentí que fuesen dos cintas diferentes si no que entraba bien en el discurso que, creo y que a mi personalmente me pareció que estaba intentando dar el director. En esta parte hay que destacar, como casi siempre, a Carlos Areces, que entra como una fuerza de la naturaleza en la cinta y está fantástico e impredecible. Cada escena en la que aparece es oro. 

Al final además, tras ese acelerado torbellino dramático, se reserva una escena que cierra en más de un sentido la película y que lo hace desde el punto más sincero y esperanzador que se podía, al menos según lo que nos lleva queriendo decir toda la película. De hecho es que son la primera escena de la película y esta última los dos momentos que más me llegaron a nivel emocional y que por mínimos (se basan en un par de gestos) creo que funcionan mejor.

Negociador es una película que creo que es recomendable para todo el mundo, pero especialmente si eres vasco. El resto de habitantes de la península podrán disfrutarla también, pero creo que a nosotros, por esa manera que tiene el director de centrarse en las personas, nos toca más cerca y la vamos a entender mejor. Los actores están todos bien, Barea y Areces especialmente, y me gusta ver que Cobeaga vuelve a sus orígenes en la parte de la dirección y hace una película más mínima y más sincera, con planos más cortos y relativamente más oscuros que sus anteriores largos. Eso sí, no esperéis una comedia ni partiros de risa en plan Vaya Semanita, porque no. Esto no es eso.

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