martes, 4 de febrero de 2014

CINE: Sólo Dios Perdona (2013)

Yo también me siento así, tío
No sé si Sólo Dios Perdona es el trabajo de un loco o si en realidad Nicolas Winding Refn se está descojonando de todos nosotros. Y es que no se me ocurre una manera concreta de catalogar la película más allá que como la pedante y sinsentido obra de un egomaníaco.

Desde que en 1996 estrenase Pusher, aquel crudo peliculón sobre los bajos fondos de Dinamarca ha llovido mucho. Por el camino no solo ha dado el salto a Hollywood si no que ha ido adquiriendo un tono cada vez más personal, cosa que se vio especialmente reflejada en las putas pedazo de obras maestras Bronson y Drive. Bronson, que era hasta que estrenase... esto... el año pasado su película más artie y pedante funcionaba muy bien gracias, entre otras cosas, al excepcional trabajo de su protagonista (un absolutamente inmenso Tom Hardy que sostenía un papel complicadísimo y muy teatral de forma magistral) y Drive en la que el estilo primaba sobre el argumento que acababa siendo un homenaje gafapasta a películas como Driver o Thief que funcionaba a las mil maravillas gracias a una dirección absolutamente maravillosa y un protagonista que no podía molar más.

Como comprenderéis, tras mi entusiasmo ante ambas películas (y pseudo-decepción ante la trilogía Pusher), cuando se anunció que el año pasado el director iba a volver a juntarse con Ryan Gosling para otra historia de violencia y mafia se me puso dura cual piedra, y más cuando los avances desvelaron un estilismo y un nivel de molar que pocos directores son capaces de alcanzar. Poco me esperaba que fuese a ser solo el precioso (y pretencioso) envoltorio de una de las carcasas más vacías del año. Y es que tras las primeras críticas (que la pusieron a caer de un burro) me esperaba lo peor pero no sé si me esperaba esto tampoco.

La cinta sigue a Julian (Ryan Gosling) que vive en una ciudad no concretada del sudeste asiático en donde la gente se queda muy quieta y parpadea muy poco. Gosling tiene un hermano que acaba siendo asesinado lo que en última instancia provoca que su madre le fuerce a buscar venganza. Está bien porque lo escribo así y parece una película más de venganza y mafia, claro, eso es porque nos saltamos todas las cosas raras, como el incesto que no ocurre pero te lo sugieren continuamente de un modo extremadamente poco sutil, las alucinaciones del personaje de Gosling (que van desde masturbaciones femeninas a amputaciones), los momentos en el karaoke y el hecho de que un policía lleve una katana en la espalda y vaya por ahí rebanando el pescuezo a casi todo lo que se mueve. Todo además montado de forma muy onírica y lenta, sin que el estilo decaiga en ningún momento pero sin que se le permita avanzar a la historia tampoco.

Al final Sólo Dios Perdona termina estando más cerca de un anuncio de perfumes o de una presentación en power point de una colección de fotos muy bonita que de una película. Ni siquiera se puede destacar o no destacar la labor de sus protagonistas porque salvo el personaje de Kristin Scott Thomas dudo que ninguno de ellos tenga más de diez líneas de dialogo. Especialmente grave es el caso de Gosling, actor capaz que se ve relegado a lo que es casi una parodia del conductor sin nombre al que interpretó en Drive, limitándose a quedarse con la mirada perdida sin pestañear y muy quieto. Es el protagonista de la cinta y dudo que tenga más de diez líneas de dialogo. Un desperdicio ya que en los escasos momentos en donde la cinta le permite mostrar algo parecido a una emoción (el enfado tras la cena o la escena casi final en la casa del policía) lo borda. De el tailandés Vithaya Pansringarm destaca que siendo la persona menos fisicamente intimidante del mundo (está viejo, gordito y mide metro sesenta) termina dando mal rollo en casi todas sus escenas.

Todo lo de más sencillamente pasa sin demasiada explicación y con un montaje loco que parece gritarte lo puto listo que es y lo puto tonto que eres tú que no lo entiendes durante los 90 minutos que dura la película. Metáforas facilonas, simbolismos gratuitos y mucho neón, acompañados de una sensación de ensoñación que coloca la historia en el extraño planeta de la publicidad para colonias en donde hasta rascarte la nariz se hace de manera super-cool. Si he de destacar algo, y me refiero a algo más allá de su duración (terminas agradeciendo que al menos sea corta) es su fotografía y su estilo. Es lo único que tiene pero ese poco está cuidadísimo.

El problema es que mientras a directores como Park Chan-Wook a sus altisimas dotes de estilo les acompaña una habilidad narrativa tan acojonante que solo puede ser catalogada como de otro jodido planeta, al pobre Nicolas Winding-Refn en esta película le pasa como a una choni arreglada. Su estilo solo le sirve para la primera impresión. Una vez que te pones a hablar con ella te das cuenta de que en realidad no tiene absolutamente nada que decir.

Es una lástima que el mismo director que se cascó la (al menos para mi) indiscutible mejor película del año en 2011 entrase con honores en lo puto peor del año 2013.

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